miércoles, 6 de febrero de 2013

La moda como industria cultural y el diseñador como director creativo

En la era de la industria cultural el papel que juega el diseñador al interior del sistema de la moda, hasta ese momento, se transforma. El cambio estaría más bien vinculado con una redefinición de su función creativa, es decir en tanto productor y figura que monopoliza la verdad de la moda. El rol decisorio, en cuanto a los parámetros, o los márgenes en los que transita la moda, pasan de estar concentrados en la figura del diseñador, a un conjunto de personas que forman el directorio de la organización o corporación.

La moda, en tanto industria, incluso como el estado mismo, delega funciones ejecutivas a un cuerpo de especialistas o conjunto de administradores que cuentan con el conocimiento necesario para el desarrollo de su función, pero trabajan como equipo. En ese repartirse el poder del diseñador en un grupo ejecutivo, su figura total se vuelve un engranaje más en la máquina industrial. El diseñador pierde algo que le había costado siglos conquistar: personalidad. Ya no importa el quién sino el cómo. Importa que logre acoplarse en un conjunto que inventa, desde las oficinas, la voluntad de los consumidores. El diseñador pasa a ser una figura que puede circular de compañía en compañía, porque la personalidad creativa no importa como el respeto de la firma.

A partir de la subsunción de la moda a la lógica de la industria cultural, el monopolio del estilo por parte del creador, se redistribuye al interior de las jerarquías que pudiera tener cualquier corporación. Entonces una polifonía de voces empiezan a sonar, pero no son más que una: la del capital industrial. El diseñador de moda debe aprender un lenguaje de alta gerencia. Debe saber presupuestar, debe saber de escalas y prototipos de negocio, reconocer los rasgos típicos del público al que destina su creación. La planificación detallada modifica el esquema previo de Creación-Venta que lograron desarrollar los coutouriers de segunda mitad del SXIX y comienzo del SXX. La empresa piensa primero en la ganancia, primero está la venta, la planificación que garantiza de éxito (aunque no existen las verdades últimas, y siempre queda un margen de indeterminación, lo único inevitable del modelo) y se produce en base a esa proyección. El diseñador pasa a ser director artístico, y debe planificar con las proyecciones del director de finanzas, del de marketing, del de ventas, del de operaciones y procesos, y finalmente, todos, responder al CEO. La libertad creadora del diseñador se subordina a la realización de la ganancia de la empresa capitalista y la industria cultural que ya no debe ocultar al mundo lo que es: un negocio.

Alexander Wang: Balenciaga

Ricardo Tisci: Givenchy

Chtistophe Lemaire: Hermès

Frida Gianini: Fendi

Clara Waight Keller: Chloé

Raf Simons: Dior

Stefano Pilati: Ermenegildo Zegna

Sarah Burton: Alexander McQueen

Felipe Oliveira Baptista: Lacoste

Hedi Slimane: YSL

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