viernes, 31 de diciembre de 2010

Industria cultural del vestir



La reproductibilidad técnica no conoce límite y el hombre conoce el suyo. La tragedia signa a este sujeto naciente. Conciente de su finitud, se enfrenta a su poder de empujar las existencias más allá de su existencia, sabe que puede tener todo pero termina poseyendo nada.

Si bien dar cuenta de la moda en su carácter industrial parece una obviedad, considerarla dentro del universo de las industrias culturales resulta más atractivo y novedoso (aunque puede que también carezca de originalidad). Porque la moda más allá de producir para un mercado, buscar la realización de ganancia, satisfacer una demanda que ella misma se genera, marcar un ritmo que se impone a las conciencias individuales, produce un conjunto de significados por los cuales podemos incluirla dentro de lo que Adorno y Horkheimer llaman industria cultural.

Como todo campo, crea sus propias jerarquías, también su escala de ascensos y descensos, sus modos de obtención de prestigio y su perdida, sus normas y su sistema de celebridades. Fundamentalmente establece su forma de distribución de capital. Como todo campo, está abierta al juego ortodoxia-heterodoxia por la hegemonía al interior de la estructura. Las posiciones dentro del campo se conquistan mediante lucha, donde la ortodoxia busca conservar el status quo que por su posición dominante le corresponde. En cambio los nuevos participantes, o quienes tienen una posición menos favorable en la circulación o regímenes de intercambio de capital, buscan subvertir las reglas del juego.

Las posiciones: editores, diseñadores, consumidores, productores, modelos. Esas son las fundamentales, a su vez existe toda una periferia de puestos que se superponen dando sentido y color característico a los primeros, que son los que identificamos como exclusivamente vinculados con la industria cultural de la moda. Los fotógrafos, los publicistas, son personajes que juegan su rol en la interacción con múltiples campos, pero los editores, los modelos, los productores de moda, y los consumidores tienen una posición definida y exclusiva, bien establecida como propia al interior de los intercambios en el campo.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Moda: industria moderna II



La moda más allá del lugar que ocupa en el intercambio “capital” es el modelo de eso llamado condición moderna. Condición moderna que se asocia fuertemente con la vida urbana y el capitalismo industrial (cuyos orígenes tienen a la industria textil como “factor pulsional”). Condición que caracterizamos como un cantante fluir, como un don de fluir, como esa proliferación de medios, cuyos fines, se tornan medios para otros fines en una cadena teleológica imposible de aprehender. Condición signada por la retirada de dios, por la pérdida de las certezas, donde el hombre conciente de su finitud se enfrenta con la capacidad técnica de producir objetos al infinito.

Foto: Jean Paul Gaultier

martes, 28 de diciembre de 2010

Moda: industria moderna



La industria textil es una industria revolucionaria. Es una de las industrias que impulsaron el nacimiento del capitalismo. Los hilados de Manchester fueron parte de la vanguardia productiva, en el concierto industrial que inaugura la modernidad. Dar cuenta de la moda en su carácter industrial no sería un análisis novedoso, hasta resulta evidente. La moda, es moda mercantil, satisface una demanda (que también genera) y establece su ritmo. La moda produce para el mercado. Un mercado al que ha dado forma, al que impone una temporalidad: un ritmo para la asimilación de la novedad. A su vez, ha formado un mercado que le exige novedad en el momento en que ella lo requiere. El mercado para el que la moda produce, se identifica bien con las palabras: vorágine, vanguardia, tendencia, euforia, efímero, actualidad, presente, cambio. Sin duda todas ellas dan cuenta del espíritu de una época. Son palabras que no sólo identifican a ese particular conjunto de personas relacionándose en situación de mercado, además, son la evidencia precisa del ritmo vital que la modernidad propone.



Alana_Zimmer-Alexander_McQueen

domingo, 12 de diciembre de 2010

Simmel, modernidad y moda (parte II)



La vida moderna y la ciudad, generan las condiciones y las posibilidades para el surgimiento de la moda. El acrecentamiento de la vida nerviosa que ocurre al individuo en la vida metropolitana que se origina por la constante estimulación y por la ininterrumpida invasión de imágenes exteriores que se le presentan, la velocidad con la cual los estímulos se suceden, la rapidez con la que los cambios se generan en la época de la reproductibilidad técnica, se confunden en un fenómeno no menos invasivo, no menos violento en su producción continua de objetos nunca aprensibles en su totalidad. “Cuanto más nerviosa es una época, tanto más velozmente cambian sus modas ya que uno de sus sostenes esenciales, la sed de excitantes siempre nuevos, marcha mano a mano con la depresión de las energías nerviosas” (Ibíd. pp 150-151) . El ritmo con que suceden las modas y la moda como búsqueda desenfrenada de la novedad, se enlazan con la vida urbana con su “infiel vertiginosidad en el cambio de impresiones y circunstancias: la nivelación y, simultáneamente, la acentuación de las individualidades; la condensación de las personas en poco espacio, que hace forzosa cierta reserva y distancia”(Ibíd. pp. 170).

“Pertenece, pues, al tipo de fenómenos cuya intención es extenderse ilimitadamente”(Ibíd. pp. 153) pero en el mismo movimiento expansivo, la moda encuentra su limite. Esto es lo que Simmel llama: tragedia de la moda. Que la moda en su movimiento de expansión se masifique o que en su pretensión total se universalice. Tragedia o bien paradoja, porque al cumplir este propósito moriría en su fundamento. Si todos van a la moda: nadie va a la moda, ya que faltaría el reclamo de identidad de un nosotros ante un los otros. No existiría esa alteridad que por la que nos reconocemos como partes de un grupo cuya membresía se refleja en el vestir. Como en la lucha a muerte por la identidad el amo la recibe del esclavo, con la autoafirmación identitaria en la lucha por la distinción es que la encontramos y la simbolizamos en el vestir.

La moda es la modernidad en su tiempo más vertiginoso. No puede surgir sino en la época de la perdida certezas, de la retirada de dios. Donde lo efímero es ley la moda encuentra su ritmo, gobierna según su designo y extiende su lógica a todos los ámbitos de la existencia. La vida moderna y su temporalidad impaciente nos seducen con su capacidad técnica para la producción de objetos, absorbiendo la vida subjetiva. El tiempo que nos implica en una cadena de medios infinita, donde cada fin es medio para otro, conduce una reducción del mundo sujetivo en la búsqueda del equilibrio por cada nueva expansión del mundo objetivo.

* Foto: Prada O-I 2011