martes, 30 de noviembre de 2010

Simmel, modernidad y moda (parte I)




“Hay cines, hay trenes, hay cacerolas, hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola, hay más: hay tráfico, créditos, salas VIP, hay cápsulas hipnóticas y tomografías computarizadas, hay condiciones para la constitución de una sociedad limitada (...) Hay manos capaces de fabricar herramientas que hacen máquinas para hacer ordenadores que a su vez diseñan máquinas que hacen herramientas para que las use la mano. Hay escritas infinitas palabras: zen, gol, bang, rap, dios, fin” (Jorge Drexler, 'Guitarra y vos')

La moda por su permeabilidad hacia la novedad, por su intento de multiplicarse al infinito, de producir, como un pulsar permanente, objetos que se tornan imposibles de aprehender en su totalidad, no podría haber surgido en otro tiempo que en la modernidad. Por ser la búsqueda desenfrenada de la novedad, por escapar cuando creemos poseerla pero presentarse eterna por un instante, no podría ser producto sino de la condición moderna. Simmel es un teórico de la modernidad y la moda es un fenómeno que encuentra allí sus condiciones de posibilidad, su rítmica, su tópica y su placer por lo efímero.

La moda se caracteriza por hacer oscilar a los individuos por dos polos: el afán de fundirnos con nuestro grupo social y el de destacarnos o distinguirnos. Esta particularidad hace que la definamos como una forma dual. Ella “es la imitación de un modelo dado y satisface así la necesidad de apoyarse en la sociedad: conduce al individuo por la vía que todos llevan, y crea un módulo general que reconduce la conducta de cada uno a mero ejemplo de la regla. Pero no menos satisface la necesidad de cambiar y distinguirse, la tendencia a la diferenciación, a cambiar y destacarse”. (Simmel, G. “Filosofía de la moda”, en Cultura femenina y otros ensayos, Revista de occidente, Madrid: 1934. pp. 144)

Desde el punto de vista simmeliano, si ha de existir una ciencia de lo social, su objeto sólo puede ser el estudio de las formas de socialización abstraídas de cualquier contenido particular con el que se las pueda colmar. De este modo reconocemos que la moda, como forma de socialización, nos hace vagar entre la perdida en el grupo y la búsqueda de la distinción, merced de sus contenidos particulares. A su vez, las formas tienden a independizarse de los contenidos que las hacen surgir, autonomizándose en su desarrollo. Esto se ve en la moda, dice Simmel, fundamentalmente en momentos en que hace gala de su poder imponiendo como “objetos de moda”, las creaciones más horribles.

Para que haya moda no basta lo anterior. Además, el grupo en el cual nos intentamos fundir debe haber operado una distinción al exterior. La moda funciona como factor que distancia un 'nosotros' de 'los otros'. A partir del reconocimiento de mis pares afirmo lo que soy, y en el mismo acto niego mi pertenecía a lo otro. Así, intento fundirme en la calma que supone ese 'nos', pero el movimiento se completa (confirmando la estructura dualista de la moda) cuando busco diferenciarme al interior del grupo. La importancia de la configuración del “otro externo” en términos del vestir, pude articularse con la importancia que tiene la formación de un nosotros por exclusión, con la que se conforman las identidades nacionales en los estados modernos. En esta particularidad ubicamos el factor homogenizador de la moda frente a “lo otro” que termina limitando las fronteras del grupo. Siguiendo esta línea, no es sorprendente que la moda sea moda de la clase alta y en la medida que se expande hacia las clases más bajas es abandonada por aquélla. Cuando se rompe el nos simbolizado en la moda, las clases altas buscan distinguirse renunciando a ella para conquistar la nueva, que es la que pasa a merecer el nombre: “la moda”...............


Foto: collakate.artblog.fr

jueves, 11 de noviembre de 2010

Cuerpo-vestido: síntesis y fragmentación



Dentro de los modelos de producción del SXX, el de la moda descartable ha ganado durante el seriado de los cuerpos y la vorágine por la novedad. Matrices que se explotaban durante tiempos predeterminados y llegado el momento caían en el olvido y la perdición del "demodé". Quizás el adjetivo del que no se vuelve y que genera temores, nervios y gestos de lo más extravagantes.

La moda descartable, no sólo descartaba "tipos", descartaba recursos, algunos limitados, necesarios y muchas veces no retornables. La moda descartable no sólo consumía esos recursos sino que los transformaba con métodos invasivos, con métodos agresivos, con métodos antiecológicos. La importancia era la producción de un cuerpo para hoy, mañana vemos, dentro de la temporalidad objetiva (ya que no había espacio para la temporalidad subjetiva, propia de una experiencia también reflexiva). La seducción de la moda era no pisar sobre seguro, no hay promesa de mañana, la vida es actual. Este modo de seducción no era exclusivo del campo de la moda, pertenecpia en tanto se incertaba en una red de interacciones. La moda no inventó nada, era armónica en el concierto de los campos de producir realidad en un mundo polar y "consumista".

El modelo se agota(apurado por las crisis) porque la seducción pasa por otros canales y la búsqueda es tan individual que parece buscar del otro el ojo que la complete y la legitime. Parece que la identidad busca en la instancia colectiva la confirmación como cierre parcial, no la génesis de la subjetividad sino en la contención, quizás como marco regulador.
Somos cada vez más artesanos de nuestra subjetivdad, aunque el objeto nos ayuda a producirnos. Aunque en el objeto vivimos y somos vividos, aunque en la comunidad vivimos y somos influenciados. Somos todo y nos buscamos en él, negándo su poder "total" hacemos de la inquietud un modo de renacer como sujetos. Descartar las formas nocivas y alienantes de producir moda y volver sobre nuestro paso. Encontrar en cada intercambio esa mirada que me une como multiplicidad de fragmentos en alianza y hostilidad permanente y al unísono.

Quizás aqui tampoco haya futuro. Pero ese futuro que no es tomado en cuenta es en tiempo subjetivo. El tiempo propio, el que decide la movilidad en el espacio. El otro, el objetivo, antaño descartable, se pretende cada vez más previsible y menos agotador. Pasamos de agotar el tiempo objetivo con la sobreexplotación ambiental imponiendo condiciones, a agotarnos en nosotros y salir al mundo a buscarnos en cada lazo que nos envuelve y devuelve a la vida, la unica posible, la vida común.

Ahi la moda encuentra su lugar en el estado actual de la cuestión. Como una de las tantas búsquedas de un espiritu en pie de guerra contra la objetivación, aunque sin renunciar al objeto. Buscamos devolver al objeto a su lugar, como parte de la vida subjetiva, ya no produciendo. Nunca más el objeto produciendo series de cuerpos en un mundo polar, no más.

La experiencia es parte del vestido y cuerpo-vestido experimenta. La moda, ya no descartable, sino ética, nos ayuda en la propia gestación de una vida en tiempo propio y en vinculación recíproca y constante. Sin salir al encuentro, sin la alianza y la disputa, la moda se congela, como la vida. En el movimiento de las fuerzas que pugnan por la sintesis y la fragmentación, la moda encuentra su potencia, encuentra su destino, en un mundo donde producir sujetos que se autoproduzcan es tanto más ecológico que producir objetos que se vuelvan objetos otrora sujetos.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Moda productiva

Aunque la moda sea una de las formas que el mandato de género busca normalizar, ningún sistema social funciona como sistema cerrado y todo poderoso. Siempre hay flujos que se fugan y permiten la producción nuevos enunciados. De esta forma, podemos suponer que dentro de la puesta en acto del código de vestir, hay un margen para la producción, que no todo es simplemente la reproducción automática de un orden establecido. En este margen vemos que la vivencia subjetiva de la moda puede admitir un resto para la interpretación o el ejercicio de la propia experiencia. La moda, no es un sistema que habilite únicamente el ejercicio de lo previamente estatuido. Las relaciones sociales al actualizarse, también se transforman. El cuerpo-vestido, no se experimenta solamente como cuerpo impuesto, también se experimenta como cuerpo vivido: como producción de la propia experiencia y no como simple reproducción de las practicas sistémicas.

martes, 9 de noviembre de 2010

Vestido actual y lugar en sombras



El código de vestir, como conjunto de prácticas incorporadas, implica movilizar la información disponible para producir efectos. Esos efectos no se limitan en la simple reproducción de las prácticas que produce. Las mujeres en la vivencia cotidiana de la moda, están desafiando al código constantemente. No sólo reproducen el mundo que las produce, intentan crear sentido con los elementos de esa estructura estructurante.
La vida se debate en múltiples ámbitos y en cada uno se dispone del cuerpo-vestido de una forma particular. Se coloca el cuerpo en posición. Se lo dispone, y esa puesta permite ciertos usos y potencialidades, a su vez que con ello se anulan otras formas, o al menos se las pone en suspenso. El vestir acutal, el cuerpo en situación, deja en sombras el resto de nuestro universo sin negarlo ni anularlo. En esa puesta producimos ese universo, ampliamos nuestros márgenes de existencia ya que cada puesta en acto del cuerpo-vestido, cada actualización, es una novedad. Siempre emezamos de nuevo, aunque caminando con la tranquilidad de las expectativas que nos hemos formado por el vivenciar de una situación cotidiana. Pero nunca es igual, siempre sobre una base de expectativas estamos creando nuevas formas y en esas formas nos producimos. En ese producirnos está el vestido.
El código de vestir cosificado en el cuerpo-vestido, normaliza al cuerpo, pero no existe como poder total.